lunes, 16 de noviembre de 2009

Seguridad al Conducir

Hola Amigos, nuevamente nos encontramos con un lindo tema:
La actividad de conducir podría considerarse como una de las tantas acciones psicomotrices (caminar, hablar, usar la computadora) que realizamos los seres humanos. Son actos que, luego de un período de entrenamiento, se realizan de manera automática, incluso pudiendo hacer más de uno a la vez, como hablar y caminar.
Pero conducir no admite equivocaciones, colocar un instante después los pies o las manos en el lugar indicado puede ser fatal. En la conducción, aparecen imprevistos de forma continua y aleatoria, y la velocidad dificulta cualquier acción inmediata. Un traspié se paga muy caro y la vida se pone en juego en una acción de pocos segundos. En un 30% de los accidentes graves analizados en CESVI ARGENTINA aparecen involucradas de una u otra manera las distracciones.

Las acciones más comunes en un vehículo (encender un cigarrillo o prender la radio) demoran entre 3 y 4 segundos. Cabe recordar que circulando a 80 kilómetros por hora se recorren 22 metros en un segundo. Es decir que, durante 66 metros, un conductor circula a ciegas.

Para comprender el proceso que se genera sobre el conductor, CESVI ARGENTINA realizó una serie de pruebas. Se comprobó que cuando el acompañante intentaba mantener una conversación con el conductor, éste seguía atendiendo la ruta, pero comenzaba a bajar la frecuencia de atención a los espejos, las banquinas y al tablero de instrumentos, algo que se volvía más evidente cuando el acompañante le proponía generar imágenes, como por ejemplo que piense una letra, que la de vuelta en 180° y que la describa.

Mientras mantenía una charla por celular, movía los ojos hacia arriba tratando de encontrar representaciones que le permitan responder al interlocutor que se encontraba del otro lado de la línea. En este punto, distraía absolutamente la atención hacia la ruta y comenzaban a generarse miradas indefinidas de larga duración, se perdía la atención y ya no se retenían los elementos del entorno. En este estado, al conductor le costaba mantener una velocidad constante y la distancia de seguridad, había perdido la noción de donde circulaba, y cualquier acción propuesta, como responder a un imprevisto, era mal ejecutada.

En estos períodos que se acaban de mencionar se producen gran cantidad de accidentes. Por eso, es tan importante conocer y respetar los tiempos de reacción que tiene un individuo cuando conduce su vehículo.

Tiempos de reacción
El tiempo de reacción es el tiempo que tarda la persona, después de percibir plenamente una situación determinada, en decidir que hacer y comenzar a actuar. En el caso de nuestro ejemplo, se tratará del tiempo que transcurre desde que el conductor observa las luces de freno del vehículo de adelante, decida que lo mejor es por ejemplo frenar y levante el pie del acelerador y lo apoye en el freno. Allí termina el tiempo de reacción.

No todas las reacciones son iguales, debido a que distintas situaciones provocan una distinta cantidad de reflexión necesaria. Cuanto menor sea la reflexión, más breve será el tiempo de reacción. Básicamente, podemos distinguir cuatro tipos de reacciones.

1-Reacciones reflejas: Son, en su mayoría, instintivas y requieren un tiempo mínimo porque no implican meditación. El parpadeo del ojo es habitualmente una acción refleja. La conducción, en la mayoría de los casos, no implica reacciones reflejas. En realidad, cuando el estímulo es tan repentino y fuerte que provoca la acción refleja, como en el caso de una inminente colisión, esta acción suele ser incorrecta y de resultados casi siempre catastróficos. Es una respuesta histérica o convulsiva que puede hacer que el conductor pise el acelerador en vez del freno. A veces, el reventón de un neumático provoca una acción refleja, o también el hecho de “morder” banquina.

2-Reacciones simples: Son las más corrientes porque el conductor las espera y sabe lo que tiene que hacer si se presenta la contingencia. Son, a menudo, cuestión de hábito, por ejemplo, aplicar el freno cuando una luz de semáforo se pone en amarillo. Esta reacción requiere, normalmente, entre medio segundo y tres cuartos de segundo.

3-Reacciones complejas: Aquí cada uno de los distintos estímulos “pide” la respuesta adecuada. El conductor sabe cómo responder y espera un estímulo, por ejemplo, una señal con la mano que realice el conductor que tiene delante, indicándole que va a ingresar a un estacionamiento, o un peatón que sorpresivamente baje a la calzada.

Las reacciones complejas son más lentas que una reacción simple. El tiempo requerido por una reacción compleja dependerá de la complejidad del estímulo y de la cantidad de respuestas de que disponga el conductor para reaccionar. De esta forma, no es lo mismo reaccionar frente a la luz de freno de un vehículo que circula delante nuestro, mientras circulamos por una ruta de dos sentidos encontrados, que hacerlo en una avenida.
En este caso vemos claramente que el estímulo es el mismo (luces de freno encendidas), pero la situación varía, ya que podríamos estar más preparados a que esto suceda en una avenida, donde debido al tránsito que circula, es más que probable que esto suceda, y por el contrario, no es tan esperable que suceda en una ruta. Por ello, es que en la ciudad se reacciona en promedio más rápido (en un tiempo cercano a los tres cuartos de segundo), que la reacción en ruta. 4-Reacción discriminatoria: Ocurre cuando un conductor se ve obligado a elegir rápidamente entre dos o más alternativas, que no son habituales; por ejemplo, decidir “tirarse” a la derecha o a la izquierda de un vehículo que zigzaguea entre dos carriles o cuando se enfrenta a una invasión de su carril de circulación. Esta reacción es la más lenta de todas las reacciones, y puede requerir hasta un minuto de tiempo si la situación es complicada y la urgencia escasa. El tiempo de reacción se ve afectado por la situación a resolver, es decir por el tipo de estímulo, a tal punto que estímulos más fuertes provocan reacciones un tanto más rápidas, pero también pueden dar lugar a acciones incorrectas.

Otras cuestiones a tener en cuenta en relación al tiempo de reacción son:

La edad: Los conductores muy jóvenes, y sobre todo los de mucha edad, poseen un tiempo de reacción lento: en los últimos suele ser el doble del normal o medio.

Condición física: La fatiga, distintas enfermedades y la ingesta de alcohol, medicamentos o drogas aumentan el tiempo de reacción o como mínimo, disminuyen la eficacia de la reacción. Un conductor no reacciona en igual tiempo, apenas comienza un viaje, que a las cuatro horas de estar conduciendo.

Los hábitos: Los hábitos sólidamente adquiridos a través de la capacitación y la experiencia, reducen el tiempo de reacción, sobre todo el de reacción compleja. El hábito de un conductor seguro, se basa en adelantarse a los riesgos y por ende, adelantarse a los estímulos que puedan sucederse. Frente a un determinado estímulo, existen conductores que se “sorprenden” y otros que parecieran que lo estaban “esperando”, esto último se logra, cuando uno puede prever situaciones de riesgo y tener preparada la respuesta.

Conclusión

Como se puede observar, la reacción no es en sí una característica independiente, sino que está constituida y se ve afectada por todos los elementos de la personalidad. Depende de las condiciones físicas y mentales, de los conocimientos y de la habilidad y actitudes. Puede que una reacción rápida conduciendo sea menos importante que una reacción correcta. El “juicio instantáneo” puede llevar a una rápida reacción simple que no sea adecuada porque la situación exige cierta discriminación o reflexión. Si se tiene en cuenta que lo ideal es hacer lo que corresponde, en el mínimo tiempo, y que para lograrlo, disponemos de pocas centésimas de segundo, se comprenderá con exactitud, el escaso margen de probabilidades de salir indemne de situaciones complicadas y por ello, la importancia de no “conducir” al límite, como muchos argentinos suelen hacer.
Fuente CESVI ARGENTINA.
Un abrazo y que les sea de utilidad la info.